Biografía

LUIS REYES GARCÍA (1935-2004) 

Hoy nos toca despedir, con hondo pesar, a Luis Reyes García, sabio maestro, gran amigo, generoso colega y solidario compañero de tantos años, tantas batallas y tantas alegrías compartidas. Cabe recordarlo como el innovador pensador nahua, el investigador comprometido con la búsqueda del conocimiento del pasado de los pueblos originarios de México y con la formación de intelectuales indios, que tanto abogó e hizo, por sacar de la invisibilidad histórica y simbólica a los grupos étnicos mexicanos. Luis Reyes García se fue de nosotros el 22 de enero, muy a su estilo: discreto, sencillo y señorial.

Ser humano excepcional por su inteligencia y generosidad, el maestro Luis Reyes puede ser descrito como uno de los intelectuales indígenas más importantes de la historia de México, tanto por su gran conocimiento y erudición en los campos que cultivó, como sus ideas revisionistas y su compromiso con el proyecto indígena. Conocedor profundo como pocos de la lengua náhuatl y de la producción historiográfica de los pueblos mesoamericanos, en especial de los manuscritos pictográficos y en caracteres latinos de la época colonial, su obra escrita y docente marcó un hito en el desarrollo de la etnohistoria y la antropología mexicanas del siglo XX.

 Pero Luis Reyes no sólo estudió y conoció a profundidad esos temas, sino que los amó, al punto de convertirlos en el eje de su vida cotidiana, en el centro mismo de sus convicciones políticas y de su práctica científica. Para el maestro Reyes este quehacer antropológico era un compromiso político, no una mera práctica académica; consideraba que los resultados de las investigaciones debían ser revertidos a las sociedades objeto de estudio y que la sustracción y despojo intelectual y material realizados por los antropólogos en su práctica académica en el medio indígena debían cesar y combatirse. Al respecto postuló, influido por el pensamiento de Guillermo Bonfil y los intelectuales de la corriente de Barbados, que la antropología india era una “reflexión sobre sí mismo, por nuestro futuro particular y por el futuro de nuestro país en general”. Consideraba necesario: “Reconocer nuestra especificidad, nuestra diferencia”, así como aprehender, desarrollar y sistematizar el saber indio, es decir, todos aquellos conocimientos linguísticos, sociológicos o de cualquier otra índole propios de los pueblos indígenas. Para el maestro Reyes, la historia era “en sí misma importante, pero resulta tener más sentido cuando se liga a problemas inmediatos y concretos”.

El maestro Reyes fue reconocido en México y en el extranjero. Perteneció al Sistema Nacional de Investigadores, recibió diversos homenajes en México y en el extranjero y era frecuentemente invitado a dictar conferencias y cursos en Europa. Luis Reyes, notas biográficas. Luis Reyes García era tan sólo un joven de 19 años cuando obtuvo, en 1954, su título de maestro de educación primaria de la Escuela Normal Veracruzana de Xalapa, Veracruz. Había visto la primera luz en el seno de una familia campesina de raigambre indígena y habla náhuatl en el poblado de Amatlán de los Reyes, Veracruz. Durante su niñez le tocó vivir la rápida transformación de Amatlán y de la región de Córdoba que lo circunda, y sufrir y observar el profundo cambio cultural que sobrevino con la transformación productiva de la economía campesina tradicional al monocultivo de la caña de azúcar y el inicio de la supuesta “modernización”, que para él consideraba una gran pérdida por los efectos destructores de la herencia cultural indígena familiar y regional.

Gracias al relato de uno de sus contemporáneos, sabemos que el interés de Luis Reyes por la antropología fue precoz, tanto como en la primaria, cuando organizó a varios de sus condiscípulos para, armados de picos y palas, realizar una exitosa búsqueda arqueológica en Amatlán. Pero fue al año siguiente de recibir su título de profesor de primaria, al estar comisionado en el Departamento de Antropología del Estado de Veracruz, que obtuvo una beca para cursar estudios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, situada entonces en la calle de Moneda, en el centro de la ciudad de México. En aquel intenso e interesante ambiente de la Escuela, el joven Reyes García inició una carrera que lo llevó a transitar por múltiples caminos, a viajar por numerosos lugares de México y del mundo, a conocer, y aprender de una multiplicidad de experiencias interculturales e interclasistas que lo hicieron capaz de gozar, como todo buen antropólogo, de amistades y relaciones variopintas.

 En la ENAH estudió entre 1955 y 1959, obteniendo su título de Etnólogo y su grado académico de maestro en ciencias antropológicas en 1975, siendo ya investigador del CISINAH.

 Luis Reyes, el etnólogo. Si bien su faceta más reconocida es la de etnohistoriador, la de etnólogo la precedió y fue el cimiento sobre el cual Reyes García construyó su sólida carrera. Su conocimiento de la cultura de los pueblos indígenas contemporáneos, en especial de los nahuas, sustentó sus estudios linguísticos e históricos. Su amplia y variada experiencia de campo se sumó a sus propias vivencias y saberes, procedentes de su visión desde dentro, como integrante de una familia y de un pueblo indígenas. Su excepcional conocimiento del náhuatl se forjó a través de la constante interacción con hablantes de otras partes del país y fue uno de sus más valiosos instrumentos de investigación, llaves de su militancia como antropólogo indio.

Reyes hizo su primer trabajo de campo en 1956, en el marco de las prácticas de campo de la ENAH, bajo la dirección de Isabel Horcasitas de Pozas, sobre el mercado de Chilapa. Le siguieron otras experiencias en diversas comunidades de Chiapas, Veracruz, Puebla, Tabasco, Hidalgo y Yucatán, con la orientación de Fernando Cámara Barbachano, Mauricio Swadesh, Guillermo Bonfil Batalla y Wigberto Jiménez Moreno. En estas andanzas y otras muchas que le siguieron, escolares unas y profesionales muchas otras, Reyes García sumó centenares de días de trabajo de campo y con ello un conocimiento etnográfico casi enciclopédico.

 A partir de 1969 Luis Reyes se consagró al trabajo de archivo, que lo cautivó como ningún otro y que continuó hasta el último de sus días. Primero conoció a profundidad los archivos municipales y parroquiales de Cuauhtinchan, Tepeaca, Tecali, Santo Tomás Hueyotlipa, Tecamachalco, San Simón Tehualtepec y Amozoc, Puebla, así como el Archivo de Notarías de ese estado, y el Archivo General de la Nación. En ellos buscó topónimos e investigó la organización social prehispánica y del siglo XVI, bajo la dirección del célebre Paul Kirchhoff, primero en el marco del Proyecto México de la Fundación Alemana para la Investigación Científica, y en el PEBA/CISINAH a partir de 1972. Durante dos años recorrió a pie el municipio de Cuauhtinchan en busca de topónimos y localizando archivos y documentos históricos. La región de Puebla-Tlaxcala se convirtió desde entonces en la más estudiada por el maestro Reyes García y acerca de la cual hizo sus mayores contribuciones científicas.

Luis Reyes, etnolinguista y entohistoriador. En los trabajos de campo antropológicos e históricos, así como en su vivencia como indio, se gestó e integró el profundo conocimiento que el maestro Reyes poseía tanto de la lengua náhuatl clásica como de la contemporánea. Pero el etnolinguista era, ante todo, un etnohistoriador, un etnólogo trabajando con sociedades del pasado que pueden conocerse a través de los registros escrito. Su producción en este campo data de 1961, cuando publicó su artículo “Documentos nahuas sobre el estado de Guerrero”, y continuó prolija y abundante hasta ahora. Entre los trabajos más importantes, en autoría única o coautoría con otros investigadores y alumnos, pueden mencionarse la célebre Historia-Tolteca-Chichimeca (1976 y 1989 ), su tesis Cuauhtinchan del siglo XII al XVI. Formación y desarrollo histórico de un señorío prehispánico (1977 y 1988), Documentos sobre tierras y señoríos en Cuauhtinchan, Puebla, años 1546-1900 (1978), Documentos manuscritos y pictóricos de Ichcateopan, Guerrero (1981), Actas de cabildo de Tlaxcala , (1547-1567), Documentos nauas de la ciudad de México del siglo XVI (1996), Libro de los guardianes y gobernadores de Cuauhtinchan (1995), La escritura pictográfica en Tlaxcala (1993), Historia cronológica de la noble ciudad de Tlaxcala (1995), Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo (1998), Anales de Juan Bautista (2001), Códice de Cholula (2002), entre otras muchas. En los años recientes colaboró en el proyecto de publicación de ediciones facsimilares y nuevos estudios de los códices mexicanos emprendida por el Fondo de Cultura Económica con motivo del Quinto centenario (1992), compartiendo créditos con Ferdinand Anders (Austria) y Marteen Jansen (Holanda) y en cuyo marco realizó solo o en coautoría los correspondientes al Códice Borgia (1993), el Códice Fejervary-Mayer y La Matrícula de tributos o Códice de Moctezuma (1997).

 Luis Reyes, formador y maestro. Luis Reyes es para muchos de nosotros, nuestro maestro, porque fue, a no dudarlo, uno de los grandes formadores de la Antropología mexicana de la segunda mitad del siglo XX. Con él no se cesaba de aprender, siempre generoso y paciente con nuestra ignorancia, pródigo en compartir los resultados de su inagotable curiosidad, de su gusto por la vida y por las obras humanas de todas las culturas. Su vocación docente fue constante y meritoria. Empezó en la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana en los 1970, siguió (luego de su cese a raíz de su participación en el movimiento estudiantil de 1968) en la Universidad Iberoamericana (a donde lo acogieron Ángel Palerm y Arturo Warman), en el CISINAH/CIESAS (a donde ingresó en 1973), en la Universidad Autónoma de Tlaxcala y en otros muchos foros mexicanos y extranjeros. Memorable fue su participación en el Programa de Formación de Etnohistoriadores del CIESAS, en un momento en que la Etnohistoria languidecía, y en los varios proyectos colectivos que dirigió en esta institución desde 1974, consagrados a la publicación de fuentes de la historia antigua y colonial, en cuyo marcó entrenó a diversos nahua hablantes en la traducción y análisis de textos históricos, entre los que destacan Eustaquio Celestino y Constantino Medina Lima. Esta labor la continuó en Tlaxcala, cuando hace algunos años trasladó su residencia a ese estado, no cesando sino con su muerte.

De entre todas las experiencias que Luis Reyes tuvo en materia de formación, apreciaba de manera especial la que realizó en el Programa de Formación Profesional de Etnolinguistas, que él encabezó y que le hizo trasladarse a Pátzcuaro y a San Pablo Apetatilán . Agustín García Alcaraz, antropólogo purépecha, ex investigador del CISINAH, ya desparecido, fue su compañero inseparable en esa experiencia. En ese programa, iniciado en 1975 con el patrocinio del CISINAH de Bonfil, el Instituto Nacional Indigenista de Ignacio Ovalle y la Dirección General de Educación Indígena-SEP de Salomón Nahmad, se plasmó un proyecto intelectual y político encaminado a formar, a nivel de licenciatura, a casi un centenar de jóvenes indígenas, con la finalidad de hacerlos más conscientes de su indianidad y del valor de sus culturas para que, incorporados a su medio profesional (el de los maestros de educación indígena) o a niveles superiores de estudios, coadyuvaran a la creación y consolidación de una nueva visión sobre las lenguas y las culturas indígenas en el marco de un proyecto nacional pluricultural. El maestro Reyes fue la pieza angular de este proyecto, tan alabado como vituperado entonces y ahora.

La preocupación por los problemas que aquejan a la ciencia y a las humanidades, así como el desempleo de los jóvenes los magros salarios de los ya consagrados, no le fueron ajenos al maestro Reyes. Hace apenas algunas semanas, con motivo del 30 aniversario del CIESAS, los señaló en su discurso ante el presidente de México y las autoridades del CONACYT y del CIESAS. También analizó así el origen de la situación presupuestal para nuestras disciplinas: “A los intereses hegemónicos locales y los exteriores, al igual que a los sistemas coloniales antiguos no les interesa la historia y la cultura de los pueblos dominados y cuando lo hacen, buscan tal conocimiento para afinar los sistemas de control político y económico. De esto resulta que el presupuesto para ciencias sociales y humanidades se encuentre en desventaja frente a los dedicado a la tecnología y a las ciencias duras”.

 TERESA ROJAS RABIELA

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